Los soldados, igual que los niños cuando ríen y alborotan, llegan a importunar. Pero si callan, si están silenciosos, es que están tristes o enfermos. ¡Oh, no, soldados tristes, no!. Todas sus faltas, sus defectos son fácilmente remediables; el tedio es fatal.
En el legionario es característica la alegría y el buen humor y de ello son su manifestación los cánticos. ¡Cantan a la mañana como los pájaros; cantan al salir a la marcha y al combate; cantan al volver, cantan, siempre cantan! Improvisan orfeones en las tiendas de campaña, en donde lucen sus galas tenores y barítonos. Coros catalanes,que con los gallegos se llevan la palma; óyense sardanas, caramellas, alboradas y muñeiras que evocan alegres recuerdos y a todos nos encantan. La fiesta legionaria es a base de canto y baile. Los negritos cubanos baten el record con sus danzas, muy modernizadas. No son las antiguas de negro cimarrón, sino el moderno cakewalk y otros bailes de cabaret. Sus canciones, sí respetan el clasicismo,entonando preciosas guajiras, acompañadas de la orquesta de circunstancias: un cajón,un perol... cualquier cosa que retumbe, y "La chamelona" y "Arriba Covadonga" se repiten horas y horas en el corro en el que danzan los morenos. Los Oficiales acompañan desde sus puestos de presidencia al coro y todos repiten con dejo cubano: "Ae, ae, la chamelona"; surgen letras improvisadas, y detrás de la cortesía al cantar: "Saludo a mi Comandante, que es una buena persona", acompañado del coro general "Ae, lachamelona", viene la humorística indirecta: "Cómo nos pican las pulgas, sí que también las pulgonas", o el intencionado: "¿Qué pasa, que hay gran peligro, allá arribita en la loma?", para que otro le replique: "Pues vamos los Legionarios, que somos buenas personas", y así se suceden, animándose por momentos; si fieles al espíritu del vino, que agregaron a los del Credo oficial, aquél circula con el permiso y la donación de la autoridad competente, en donde la es menester o por iniciativa muy corriente, cuando no precisan tales requisitos.
Otras veces se reúnen, por nacionalidades, los extranjeros, y por regiones, los españoles, y dan serenata al Jefe y a los Oficiales y se escucha el "Deutschland überalles", el "Tipperary", "Canciones napolitanas", "Fados", "La Madelón" y cuantos himnos y canciones son conocidos en el mundo.
Es difícil suponer hasta dónde llegan las habilidades y las facultades de los Legionarios. Aparecen por ensalmo violines, ocarinas, guitarras, bandurrias, flautas y, además, cuantos instrumentos rústicos sean conocidos. Hay violinistas, verdaderos virtuosos. Uno, eminente, es aristócrata, que lleva el violín, de su propiedad, que es joya de gran valor. Guitarristas consumados que interpretan "a la voz de mando" cuanto sea posible ejecutaren una guitarra. Bailaores y cantaores de tango con inimitable gracia, copleros-poetas, clowns, ilusionistas, prestidigitadores, funámbulos, equilibristas, malabaristas, atletas, saltadores; todos perfectamente vestidos. ¿Cómo? No se sabe; pero sus trajes son auténticos, y sacan ventaja a algunos profesionales.
Si se disfrazan, a lo que son muy aficionados, la inventiva excede a lo imaginable, y se presentan indios, igorrotes, moros, chinos, caballeros a la antigua o con trajes fantásticos hechos de latas de sardinas, de sacos, de periódicos, de todo cuanto pueda dar de sí la más fértil imaginación.
El circo de "La alegría de Dar-Dríus" alcanzó gran fama en Melilla, y sus directores -el gracioso Picheli y su augusto Cucú- extendían su radio de acción, bajando a la plaza a trabajar en los teatros públicos, que los solicitaban con insistencia.
Al lado de estos recuerdos de alegría brota el de pena y dolor. En Dar-Dríus, por orden del General, hubo un concurso de disfraces; la Legión fue, como siempre, en gran contingente, y quien llamó más la atención fue "Una bailarina". Ataviada con verdadero chic; la ilusión y la ocasión favorecía y oyó piropos y requiebros como si fuese de verdad.
A todos correspondía con graciosos saludos y refinada coquetería, no exenta de distinción, contestando con dulce acento argentino...A los dos días, ANVAR, rudo combate en el que tuvimos un fuerte número de bajas. Al recorrer aquella noche la sala del hospital de heridos. En una camilla, con la cabeza vendada por completo, dejando sólo libres los ojos y la boca, vemos a un legionario.
-¿Quién eres tú, muchacho?
Con desfallecida voz, nos contesta:
-La bai-la-ri-na, mi Teniente Coronel.
Una bala le había atravesado el cráneo. Un milagro, ayudado por nuestros insuperables cirujanos militares, salvó la vida de "La bailarina". Estos días podéis encontrarlo por las calles de Madrid. Es cabo, viste de legionario y le quedó paralítico el brazo derecho de resultas de aquella cruel herida.