Es la salud de la Patria, es sinónimo de ejército y de tropa, es base del edificio militar; sobre ella sustenta, de ella depende, es, sencillamente, todo.

En la Legión, en donde se encuentran energías indomables, caracteres violentos, voluntades de salvaje rudeza y alguna mala intención para domeñar esos instintos, es la razón la que se impone, y sólo cuando ésta, con ofuscación punible es rechazada, la fuerza, última razón entre los hombres, ocupa su puesto.

Pero la razón tiene tal poder, tan enorme pujanza, que por sí sola vence todos los obstáculos y las rudezas se suavizan y las rebeldías se apaciguan y sin violencias ni choques van entrando los hombres en las severas reglas de la disciplina militar.

No es difícil inculcarla, no precisan condiciones excepcionales para hacerla llegar. Una buena voluntad, el buen ejemplo, el sentirla íntimamente quien la enseña, son medios suficientes.

La vocación del Legionario allana el camino, la predisposición del Legionario favorece y el ambiente marcial que se respira la anima y fortalece. La disciplina se impone por sí misma.