Las cartas de retaguardia, singularmente la de madres, esposas y novias, han sido siempre un elemento fundamental en el sostenimiento de la moral de los combatientes, por ello la importancia que se ha dado siempre en los ejércitos al servicio postal. Sin embargo, es en la Primera Guerra Mundial, con sus millones de hombres movilizados, la que hace surgir un fenómeno que se implantaría con fuerza y se repetiría en conflictos bélicos posteriores: La Madrina de Guerra.
Las Madrinas fueron mujeres que dedicaron parte de su tiempo y corazón a escribir, leer y contestar las cartas de aquellos soldados que, en las trincheras, sufrían las penalidades de la guerra. No era una correspondencia necesariamente amorosa, aunque el soldado mantuviera como deseo permanente conocer a la chica cuya imaginación adornaba con las más elevadas virtudes de la feminidad. No sólo se intercambiaban cartas, los regalos eran parte importante de esta relación postal.
Paquetes de comida, ropa o tabaco circulaban de retaguardia al frente y el camino inverso seguían pequeñas obras de artesanía realizados, en las muchas horas de trinchera, con maderas, municiones o restos de metralla u otros materiales.
El fenómeno se fue importando a España con ocasión de la Guerra de Marruecos y, naturalmente, los legionarios no se mantuvieron ajenos. Si decimos la verdad, fueron objeto de atención preferente de las jóvenes españolas debido al misterio en que la prensa envolvía sus vidas. El contacto se establecía, normalmente, mediante anuncios en prensa, aunque no eran raras las solicitudes elevadas por las candidatas a madrina directamente a los jefes legionarios.
La artista Cándida Suárez tituló una de sus melodías como La madrina del legionario y el famosísimo y genial dramaturgo Miguel Mihura publicó en 1922 una comedia en dos actos titulada La madrina de guerra. Pero acudiremos a nuestro fundador, Millán Astray, para conocer lo que las madrinas significaron para La Legión y cuyo importante papel se extendió en la Guerra Civil, División Azul y Guerra de Ifni: En La Legión, las madrinas de guerra ocupan el lugar preferente. Los legionarios son dados a las escrituras; abundan los sentimentales y los poetas; las horas de campamento, al caer la tarde, cuando cesan los trabajos, son largas; el blocao o la posición avanzada invitan a escribir y a pensar en las madrinas.
Nuestros hombres se agencian madrinazgos con facilidad; también le favorece el que son distinguidos por la gentil congregación madrinista.
Muchas se dirigen al Jefe o a los Oficiales pidiéndoles ahijados, y con encanto se las sirve, procurando que coincida con sus predilecciones. Algunas envían de antemano su retrato, y es lo cierto que todas son bellas.
Los Oficiales son aficionadísimos; algunos, avaros de madrinas, tienen varias y llevan la correspondencia como si fuesen un sacerdocio. No faltan entre ellos, y lo mismo en los legionarios, quienes cuentan aventuras, heroísmos, sucesos fantásticos con que interesar a las madrinas, y también les envían fotografías propias o ajenas, si el que suplanta tiene mejor tipo.